Crónica en algún lugar al otro lado del espejo

15 de noviembre 2007

¡Presente! -gritó Alicia, olvidándose de lo mucho que había crecido en los últimos minutos, de manera que el borde de su falda volcó a todo el estrado.

Lewis Carroll

6:00 P.M.

El viento levanta las prendas rojo y negro de Angélica Santa Olaya en los jardines de La Casa de Cultura Jesús Reyes Heroles de Coyoacán. Angélica cruza la puerta hacia el salón y admira el mural, que muestra a José María Morelos, revelando su sensibilidad. Es una pequeña niña curiosa intentando explicarse la belleza y su atemporalidad en el alma. Al fondo, una mujer la mira, callada, quieta; Angélica no se percata de su presencia. En el centro de la sala, Angélica entabla conversación con Alejandro Campos Oliver, moderador de la mesa. El espacio comienza a engordar de amigos, colegas y apreciadores de las palabras hasta cubrir totalmente los asientos.

6:45 P.M.

A través de los largos espejos del recinto, entre las sombras y los murmullos de las hojas de los árboles, aparece una sonrisa:

- ¡Qué pasa mi querida Angélica!

Saúl Ibargoyen la abraza y besa. Risas, saludos y puntos de vista estéticos inundan el lugar. Gabriela País -expositora, editora, poeta y amiga de la autora- se une a la plática alimentando las risas y el gusto literario.

7:00 P.M.

En la mesa de honor se encuentran los ponentes. A Alejandro la respiración se le va, su admiración por los presentes, en especial por el maestro Ibargoyen, le atora las palabras. Alude la participación de la mesa internacional –Saúl Ibargoyen de Uruguay, Gabriela Pais de Argentina y Angélica Santa Olaya de México- y disculpa la ausencia de Lina Zerón. El micrófono comienza a desplazarse a través de la mesa hasta ser preso de las analíticas palabras de Gabriela Pais quien, después de felicitar a la autora de “El lado oscuro del espejo”, afirma:

“El intertexto con “Alicia en el país de las maravillas” instala la metáfora de la caída a lo incierto, promovida por la curiosidad y el sabor de la aventura. Un descenso al lugar desconocido, y la consecuente alteración en los parámetros de las normas establecidas en el mundo cotidiano, ponen en tela de juicio las leyes de la razón y abren el plano metafísico donde Lewis Carroll despliega el abanico de su poética, la cual es retomada por la poeta como la única luz que guía el derrotero de su voz en el enorme océano del texto. Así, el movimiento del libro nos instala en el proceso interno de construcción de la realidad. En la sección Tiempo r-o-t-o, la autora nos coloca en el hastío insoportable del tiempo y el espacio social.

La pasión erótica hizo caer a Alicia al otro lado del espejo; la tradicional concepción del amor no da la felicidad en la vida social. El reflejo de la metamorfosis que se está produciendo en el mundo interno de Alicia es un tiempo detenido en el letargo donde parece que nada sucede. Sin embargo, aquel que puede ver detrás de la piel, sabrá que el proceso de conocimiento, de apertura y búsqueda se está produciendo; es movimiento y dolor en estado puro, una parición desde el centro de la herida, mientras “el segundo / asustado / contempla el / vacío” (Tiempo r-o-t-o).

Alicia soñó un cuento de hadas en el que dos amantes habitan el lado oscuro del espejo. Un sueño imposible donde la concepción de las órdenes sociales no permiten convivir. Dos concepciones de soledad que se enfrentan, se desdoblan y conviven en la/las Alicias que se atreven a soñar, a mirar el mundo desde la ilusión.

Esta, creemos, es la apuesta del libro de Angélica Santa Olaya: mirar al mundo desde la ilusión y atreverse al dolor de la caída. El libro invierte la fuerza telelógica de la concepción romántica instalando un movimiento centrífugo cuya fuerza radica en el centro del ser, en el centro de la profunda soledad individual, donde mora todo poder creativo, como la fuerza que sostiene al mundo y se expresa en el arte; poder del lenguaje de toda creación.”

La unión de las palmas resuena en el auditorio y Saúl Ibargoyen toma la palabra como sólo él lo sabe hacer para comenzar su diálogo con la inteligencia exponiendo sus puntos críticos:

Se trata de un texto abierto cuya lectura puede presentarse, tal vez, en forma de espiral. El presunto final es un principio que continúa el ciclo de la lectura que puede ser infinita toda vez que el texto lo permite si así el lector lo desea. Las líneas de lectura pueden ser variadas. El libro es diferente a lo que antes había leído en la poesía mexicana. Crea un mundo propio a partir de otro ya creado por Carroll con características, como en el texto de Carroll, de apertura y continuidad radicadas en la convivencia del absurdo con la realidad cotidiana. Una manera distinta de abordar la poesía. El libro es, tal vez, un solo poema; posee una unidad que divaga entre lo imaginativo y lo real discurriendo a través de una conciencia crítica. La autora se pelea, incluso, con su propia herramienta: las palabras y da un salto significativo desde su primer libro hasta este lado oscuro del espejo: ha crecido. Pero, ¿Quién escribió este libro? ¿Alicia o Angélica? ¿En qué momento Alicia se convierte en Angélica o viceversa? Finalmente, la identificación de la presunta autora es lo que menos importa. Importa el texto por sí mismo y sus propias posibilidades ontológicas y literarias.”

La identidad del lenguaje, el lenguaje propio de Angélica Santa Olaya en la dialéctica de Ibargoyen, se recrea en los aplausos de amantes de la poesía que se encuentran presentes, como Juanita Conejero, -poeta cubana que trae a colación el paso de Angélica por Cuba- aplausos rientes afirman la hermandad de los poetas. Alejandro Campos retoma el orden y da lectura al texto de Lina Zerón:

“La primera dedicatoria del libro sintetiza la perspectiva de esta nueva entrega de Angélica Santa Olaya: “A los locos que gustan más de las aventuras que de las explicaciones”. La lectura de estos 41 poemas corrobora que es una obra encausada en los senderos de la imaginación y la intuición. Santa Olaya parte, como detonador de su escritura, del intertexto de Alicia en el país de las maravillas y A Través del espejo y lo que Alicia encontró al otro lado; grandes cuentos para niños, pero leídos y citados por infinidad de adultos, del escritor inglés Lewis Carroll. La obra de Carroll es eje central no sólo para detonar el hilo conductor de su poemario, sino que funge como gozne y referencia inmediata: un epígrafe de Carroll abre cada poema. El lado oscuro del espejo, como buena literatura, es otra llave para sumergirnos en el mundo de Carroll, pero desde el calidoscopio recreador de Angélica. Al pasar sus páginas uno se olvida de que lee palabras y surge un borrón esporádico de la memoria del presente continuo que nos transporta a ese jardín donde “la sonrisa del gato se traga al ratón / sin escuchar la historia de sus piececitos / casi invisibles.” Un logro de la autora es no sólo su capacidad de generar imágenes en la conciencia, sino dejar entrever el mundo imaginado por medio de las palabras: “Alicia abre los ojos, / el pequeño cocodrilo / la colma de voraces gentilezas”. El libro permite discurrir en el espejo a través de imágenes y emociones que se vuelven sobre sí en búsqueda del yo verdadero que nos habita para ser como Alicia y “colarnos por la boca de nuestra propia madriguera, sin pensar ni un sólo instante en cómo salir de allí”.

Toca el turno a la autora. Angélica mira el libro, lo toma; el sentido maternal se presenta; abre al hijo del cual hace partícipe a Pais. El micrófono le coquetea, la seduce y ella danza con él su danza cadenciosa de palabras que brotan de la garganta de quien padeció todo lo que conlleva el parto:

ESPEJO

Pronto llegó a la conclusión

de que era un juego muy difícil

Hoy te vi al otro lado del espejo

redonda mirada

de miel y puntos suspensivos

moribunda constelación

contraluz a media sonrisa

torbellinoduda

enredado en los hombros

huesos rotos crucificados

en el lugar de lo indefendible

pupilas que gritan

oscuras caricias

migajas

mendrugos robados:

los negros garfios del destiempo.

¡BÉBEME!

¡Y todo por un cascabel!

Derramo gota a gota

el licor de los higos

que tus larvas de humo maceran

en flexilimoso colchón de minutos.

Montas el lomo enrojecido de una langosta

y danzas con medusas de brazos turbulentos;

celentéreas cautivas

de hol-orgásmicos espasmos.

Hombre de carne y piedra

hundes la garra en la herida del peñasco,

acaricias la copa y no bebes;

eres abstemio de mí.

EL LUGAR

Alicia… pudo ver al través del pasadizo

el más hermoso jardín… Pero ni siquiera

podía meter la cabeza por la puerta.

La punta de la lengua

sueña dibujar el tímido contorno de tus labios;

el filo de los dientes,

sacarte el alma a mordidas por la boca; (- ¡Guau, qué belleza! -Eso lo digo yo-.)

la cara oculta de los muslos,

cobijarte mientras habitamos el lado oscuro del espejo;

el lecho entre las caderas,

trasladar tu savia hasta las nuevas hojas;

las plumas de mis alas,

subir contigo al lugar

donde no hay papeles ni firmas

que acrediten la posesión del sol.

OCTAVA CASILLA

debe ser sólo fingido

para que parezca un buen fuego.

A veces

los sueños,

atraviesan el espejo

con los ojos cerrados.

Cuando los abren,

se dan cuenta

de que

ellos

son el reflejo.

El público participa con felicitaciones, anécdotas e, incluso, la reafirmación de la poeta como tal y el crecimiento de su escritura así como su mismo paso por la vida.

10:00 P.M.

Luego de las copas, los autografos, las risas, las felicitaciones y la consignas; Angélica se dirige a la puerta para adentrarse en la oscuridad de la noche. La mujer que, callada, la miraba desde el principio, se pregunta: ¿Cómo será el futuro de esta pequeña cuando se convierta en mujer? ¿Conservará el corazón sencillo de su niñez? La mujer, al igual que Angélica, se va diluyendo en el lado oscuro del espejo a cada luz que se apaga. Los policías del lugar sólo esperan que salgamos para cerrar el recinto.



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