Los encendidos flancos del éter.



Que la vida sea llevada con dignidad sobre los hombros; proteger a las cosas cuando la luz las desampara son algunas de las funciones que los que saben han atribuido a la poesía. He aquí una obra que ratifica esas verdades.

Los encendidos flancos del éter me hizo pensar en el libro como objeto mágico, como el Aleph de Borges, el universo presente y transcurriendo desde los inicios de la vida en el agua hasta el momento mismo en que estamos reunidos.

El lenguaje, marfil o jade en las manos de este artífice se transmuta en belleza. Es también síntesis de las tradiciones que nos forman.

Inicia acertadamente plasmando la ansiedad, el desamor, la urgencia, sensaciones a las que remiten las contundentes imágenes del primer poema, que atrapa con su ambiente nocturno. En una parte dice:

fosforece te pido

velocidad turquí de picaflor” (P.9)

y un poco más adelante:

da tu licor más puro

desciñe la escafandra

beso veneno a beso comparte

oxigénate en ansias... “ (P.10).

Con mucho esfuerzo, contengo la tentación de citar completo este poema, en el que ya encontramos las características que dan unidad al libro: la expansión del idioma y la correspondencia entre las figuras del lenguaje y las de pensamiento. Hay un regodeo, innegablemente, pero nunca ajeno a imágenes mentales.

Esto no excluye la recreación de los modismos o frases hechas que aluden a lo que está viviendo el hablante lírico, y que lo lleva a cuestionarlos:

Cuándo saldré de ésta

Alguien diga cuanto dura el “tiempo necesario”

Qué plazo es ése que se cumple “de un momento a otro”

Apurar que desisto. (P.25).

Cabe aclara que el contexto de los versos da un nuevo giro al uso coloquial; este poema me recordó a César Vallejo, le encontré un tono parecido a los “Poemas humanos”.

Vivimos sumidos en una monotonía gris, repetitiva, que en algún momento nos ha llevado a pensar en terminarla, encontramos aquí, la voz que ilumina esos hechos cotidianos desde el encuadre estésico y entonces recrea el momento en que el hecho habitual cobra su carácter específico, como ocurre en “Igniciones o remos”. Ahora no me contengo, reproduzco el poema entero:

“Igniciones o remos”

Ante el agua inmóvil del espejeo cómplice el lavabo

sol de desdichas

gozo en lucha reclamante

señales quirománticas rojo veloz veneno

vítreo silencio pedrería en fuga

chasquidos de mil potros por el túnel violento

erizado de trinos que fascina al despeñadero del agua doméstica desde la llave (P.65).

Lo que sí estoy convencida es que Los encendidos flancos del éter no está dirigido a gente perezosa; para acceder a su totalidad, como poesía que es, exige compromiso de parte del lector; las tareas son pensar en el lenguaje, captar los matices tanto a nivel sonoro como conceptual, pero también recordar las tradiciones literarias e históricas que nos nutren: europeas, asiáticas, así como las propias de este continente. Aquí me permito leerles la estrofa cuatro del poema “Bebedor de susurros” que es un haikai:

Corre por su vida

El río

tanta sed le persigue (p.88).

En Los encendidos flancos del éter se nos muestra también la sorpresa de pasado que nos lega la ciencia como en el poema “Acuario roca del Museo de Banff” (P.93).

El reconocimiento de los universales en que estamos inmersos no excluye lo local, en diferentes niveles, así tenemos que en la estrofa 2 de “Temblorosos leones erizando un sostenido Re del Ángelus” se dice:

el centauro del brío que la vid proporciona se esfuma en el eructo

merodeadoras moscas infestan los lavabos

mugre despertador invicto

pinche

refriega del trabajo

resaca en ocho horas -escalofrío- sudorantes

… (P.103).

Y en ese mismo poema, en la estrofa 3:

la música retumbante el plexo que traspasa

oh ah

vive dios

alguien murmura latigazo el celo

pelaná

y zaz

la fiesta

(104).

La estrofa 7 de ese mismo poema (“Temblorosos leones erizando un sostenido Re del Ángelus”), en cambio hace referencia al Cantar de Roldán: el hablante expresa su agresividad nombrándose Durandal (107).

Cierra el libro una serie de 11 poemas cuyo nombre “Ceyba nocturna” nos remite a la tradición maya confrontada al dominio colonial.

La Ceiba es el árbol sagrado de los mayas, la quinta dirección cuyas raíces tienen contacto con los nueve niveles del inframundo, el tronco pasa por el mundo de los vivos (este que conocemos) y las ramas van a las 13 capas del mundo de los dioses. Pero al hacerla nocturna, no podemos menos que relacionar la Ceiba con la Xtabay, asociación que data de la colonia, con el doble propósito de desprestigiar a este árbol sagrado y a Xtab, que de diosa prehispánica se convirtió en demonio durante la Colonia, pues tanto el suicidio, como fornicar fuera de matrimonio son pecados a la luz de la moral católica.

Esta colección incluye un poema del mismo nombre (Ceyba nocturna); contengo las ganas de reproducirlo, porque vale la pena que los interesados lo lean con calma, en el contexto del libro; pero puedo decirles que remite a la neocolonización más reciente; que nos ambienta en un pueblo cercano a la frontera, o por lo menos donde el flujo turístico es constante y nutrido.

Hace alusión a la pobreza, a la falta de servicios urbanos, al deseo sexual de una colectividad adolescente, que remite a prostíbulos, pero también a creencias antiguas, a ánimas que vagan entre templos y edificios a medio derrumbarse y a la terquedad de la Ceiba, que es metáfora de la terquedad de la memoria.

A mi me remite a los pueblos mayas de Quintana Roo particularmente a Tulúm, aunque en general pueden darse estas condiciones en toda la Península de Yucatán, donde hay tiendas de fayuca para los que vamos de paso, pero no existe mayor posibilidad de ingreso para sus habitantes que los servicios al turismo; sabemos que entre estos pueblos, la pobreza y el alcoholismo alientan los suicidios (y son muy elevados). El paisaje de estos lugares recrea el choque entre la milenaria cultural maya, presente en su idioma y en los vestigios arqueológicos, y una modernización de capitalismo periférico, donde los descendientes de los mayas trabajan por temporadas y mayoritariamente ocupan los puestos menos remunerados; solo reproduzco los fragmentos que me parecen más significativos:

Una lluvia de rencor comba los meses y los rompe en días de sol mercurial

eco de una inundación antediluviana

hoy revolcadero de criaturas sumergidas en la refoliada

infestando un pueblo de frontera en la edad de las fornicaciones

como un augurio pestífero acercándose a esta orilla del mundo (P. 112).

canto en una ciudad crispada en la neblina

mareas observa a sólo unos minutos de sus bordes:

Se brinda:

Por el que vela en esta noche

a salvo no

la caravana de fecha sigilosa

ese marfil de astillas distante

el árbol que no será vencido fuego bajo asedio de rayos

por la gloriosa flor de cristal veteando su rosetón en piedra (P113).

El glorioso árbol no será vencido mientras haya poetas que como Jorge Lara, conozcan la tradición universal sin renegar nunca de la propia.

Lo felicito sinceramente por estos flancos que arden e invito a los lectores a asumir el compromiso que implica traspasar el umbral de la portada.

Sinceramente, solicito a todos los críticos de la poesía yucateca contemporánea, antes de emitir un juicio, dense a la tarea de leer a profundidad los textos objeto de su comentario; después de todo, es lo mínimo que corresponde hacer según la ética de nuestra profesión ¿O daría un médico, que se precie de serlo, un diagnóstico sin conocer los síntomas del paciente?



LETRAS EN REBELDIA No. 7

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