URDIMBRE
Entre ladridos
que bordean la ciudad,
mi primo entrega
el pan y la palabra
como un extraño porvenir.
Sus oraciones
dan luz a ese barranco
que la familia
eligió por morada
y surcan huracanes.
De pan en pan,
tensa cada ladrillo,
su propia nao
(en la reseca urdimbre)
varada junto al cerro.
Sube mi primo
rasgando los azares
-entre saetas-
por una arboladura
que aferra la desidia.
Es su dolor
fibra de nuestra herencia;
sus devociones:
texturas donde narra
la impiedad que amanece.
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