Rosario Orozco

De cómo se aplicó la prohibición o eso no se lee aquí…

Ella creía motivar a los estudiantes a la lectura, había logrado contactar con la editorial, lo que suponía menos costos para los padres que tendrían que caerse con la lana para formar a los chamacos en el hábito de la lectura.

Tal vez el inconveniente estuvo en decirles a los muchachos: debemos leer con apertura los libros que nos van a traer, tienen algunas palabras de las que conocemos como malas, en realidad es el uso lo que hace malas a las palabras, por sí mismas ninguna tiene esa cualidad. Llegaron los textos un lunes, comenzó la compra venta dentro de la escuela católica por más señas, se confió a la apertura, la libertad de cátedra y de expresión, el reglamento dice que no deben utilizar ese lenguaje, sí, pero la realidad de los pasillos es distinta, así me había tocado constatarlo muchas veces. Sin embargo la simulación, las buenas formas y maneras de la escuela impedían reconocer la realidad y utilizar tales palabras dentro del salón de clases.

Primero fue la monja de la sección de secundaria: ¿usted leyó el libro? Sí, si lo leí.

-Es que tiene malas palabras, -sí, contesté,- pero eso no es lo más importante, se resalta Madre, el espíritu de lucha y superación del protagonista, además está en segunda persona, lo cual crea efectos de sentido muy peculiares.

Mire vea esto, señala la monja con desdén: Salía en putiza del campus universitario … veía parejas fornicando… (Háblame a tu regreso)

Ahora en este otro: Caga el cura, caga el Papa y hasta la muchacha más guapa hace su caca. Citando a Elena Poniatowska. (Mexicalipsis)

-Ahh eran exclusivamente estas páginas, bueno, es una realidad.

-Sí, pero eso no es para los muchachos, ya vinieron papás a quejarse, que si eso ya va a ser costumbre aquí en la escuela, es que, (esto lo dijo bajando la voz), hay enemigos de la escuela que amenazan con ir a la radio… lo que podemos hacer es que usted diga que no los leyó…

-Yo no puedo decir eso, porque no es cierto, asumo la responsabilidad de haber pedido esos libros, tendría que hablar con los padres de familia…

Se hizo la junta con los padres de familia, hubo voces a favor: La maestra está inculcando a nuestros hijos el hábito de la lectura, nosotros debemos apoyarla. Decía el señor locutor, ahora en su rol de padre de familia, con un tono pausado de político aventándose su discurso, había quien estaba a favor, otros declaraban, todos las decimos, no se deben de prohibir, o preguntaban ¿nada más es eso lo que se puede rescatar del libro? No, no era así, pero entre la monja y la mamá que dijo: si la directora dice que no se puede leer aquí, que no se lea.

Ante el mar de variabilidades alguien quiso apostarle a la democracia, votemos y la mayoría que decida, entonces la maestra “espectadora” salió a la defensa, no quien impulsaba el libro sino otra, que se había involucrado “curiosamente”, entonces vimos cómo la democracia en el siglo XXI no funciona porque son más válidos los argumentos mochos en contra de leer “obscenidades”.

Entonces se abolió la lectura de esos libros, porque fueron más importantes las buenas costumbres y maneras que la tolerancia, después hubo quien retó y se quedó con su libro, ante el escándalo de la monja. No creo que Azucena haya incrementado su decir de malas palabras alentada por las palabras del libro, por debajo del agua y fuera de clases señaló que le había gustado mucho el libro. Después de todo había logrado contaminar con la lectura a una estudiante quien continuó leyendo tres, cuatro, ocho libros al final del curso, sí Andrea, era la misma que sin tapujos señalaba: La religión nunca te da razones, nada más te dice: tienes que tener fe, pero no te dice el porqué son las cosas. Y apenas tiene 13 años.

Cuántas falsedades se cometen en nombre del bien común, tiene razón el borrachito del barrio y coordinador del cuerpo diplomático del jardín en la prepa 1: la censura nunca es buena mata el alma y la envenena. Esta vez la valentía de Azucena pasó por encima de la disposición prohibitiva de lecturas, en el seno de la institución cuya finalidad debía ser la promoción del conocimiento, cuando en realidad se dedicaba a estar pendiente del qué dirán y la forma en que se ve desde fuera, la especial institución. Cosas de la frontera, la doble moral y el doble discurso también se respiran, no sólo en Guadalajara, como colofón nada más quiero agregar: ¡viva México! (¡y las Chivas también!), recordando al trovador Ulises Salazar, cuando interpreta: La letanía de los poderosos.

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